ESE AROMA QUE CAUTIVA

Esta ancestral bebida es una de las más consumidas en el mundo, nuestro país no está ajeno a esta tendencia y ya son cada vez más los fanáticos que exigen a los proveedores un buen producto.

 

Es casi imposible resistirse a la fragancia que emana de los granos tostados del café, un aroma penetrante y que despierta los sentidos, ese que invita a sentir su sabor un poco amargo e intenso en un ristretto para despertar y recargar energía, o quizá algo más suave y con leche para paladear. Cualquiera sea la versión elegida – latte, americano, cortado, capuccino, etc.- es una de las bebidas calientes que más ha crecido durante los últimos años notándose un mayor interés por consumirlo en grano o molido.

Según una encuesta realizada el 2016 por trabajando.com sobre los hábitos del consumo de café de los chilenos y que involucró a mil personas,  nada menos que un 71% lo toma diariamente por las mañanas, mientras que un 35% afirmó tomar dos al día. La consulta arrojó además que un 47% de los encuestados dice que beberlo es una práctica habitual en sus trabajos y que el 37% prefiere su consumo entre las 10 y 11 am. 

Pero no es todo. Según la Consultora Internacional Euromonitor, durante el periodo  2011-2016 el crecimiento en las ventas del retail alcanzó el 17,7%. Así las cosas, el fragante aroma a café nos invadirá por un buen rato.

 

BEBIDA ANCESTRAL

El café es una planta y existen cerca de 120 variedades, pero sólo se comercializan dos: arábica y robusta, siendo esta última la responsable del sabor más fuerte. El arábica también es conocido como café de montaña y su recolección es más difícil, mientras que el de tipo robusta contiene menos contenidos grasos, posee más cafeína, su sabor final es más amargo y es más resistente a los insectos. Ambos tienen granos, aromas y sabores diferentes. A la vista pueden diferenciarse porque la variedad arábica tienen una forma alargada,  con un surco al centro que es curvilíneo y los granos de robusta son redondeados, en su caso el surco es más recto.

El café humeante que compartimos con amigos o en solitario para despertar es originario de Etiopía (se cree que de la zona de Kaffa). De cómo empezamos a beberlo se sabe poco en realidad, pero sí hay algunas leyendas que le dan un halo  especial a esta planta. La más difundida es aquella que cuenta que un pastor observó que sus cabras estaban muy activas y esto le llamó la atención por lo que  fue a ver cuál era la causa. Descubrió que eran las cerezas rojas de una planta, un arbusto llamado cafeto. Cierto o no, su consumo se conoce desde hace siglos y durante mucho tiempo fueron los árabes quienes monopolizaron su comercialización.

De hecho fueron ellos los que en el siglo XIII descubrieron por casualidad las ventajas de tostarlo y los que abrieron las primeras casas de venta de café. Estas se localizaron en la ciudad de la Meca y fueron  conocidas como kaveh kanes. Ahí las personas se reunían tanto a conversar, jugar ajedrez o escuchar música.  Por su carácter de lugar de encuentro social se trataban temas comerciales, incluso políticos, siendo estos últimos los que llevaron a las autoridades a suprimirlos para evitar conflictos, pero el gusto por esta bebida podía más,  reapareciendo de forma clandestina.

Fue recién en el siglo XVII que los holandeses lograron cultivarlo en sus colonias,  logrando en pocos años convertirse en el principal proveedor de Europa, adonde llegó de manos de comerciantes venecianos. Fue en 1683 que se abrió el primer local del viejo continente, específicamente en Austria, llamado La Botella Azul.  Años más tarde, en 1720, lo hizo en Venecia el Café Florian, lugar encargado de recibir  a nombres destacados del mundo cultural y político entre sus elegantes salones y que aún sigue activo frente a la famosa plaza San Marcos.

                         

ANTES DE LLEGAR A LA TAZA

“La naturaleza decide la calidad”, quien dice esto es Stefano Gianini, barista y profesor de la Universitá del Caffé Illy, en Trieste, Italia, y que recientemente visitó nuestro país para enseñar a conocer más de cómo prepararlo con calidad. Para este profesional del sabor y el aroma del café, es imposible predecir la calidad de la planta ya que son los factores climáticos y ambientales los que influirían en las características de la cosecha. Detalla que un buen café consta de exigentes procesos de cultivo, cosecha y selección, entre otros.

Tal como explica, para sentir las cualidades del café, idealmente debe consumirse sin azúcar ni leche. De esta forma, y sin elementos que lo disfracen, se podrá apreciar mejor su aroma y sabor. Cuenta además que detrás de una taza hay una gran cadena de eslabones humanos que comienza con la persona que cosecha los frutos del cafeto, una actividad que reconoce requiere bastante esfuerzo y dedicación, ya que comienza muy temprano en las mañanas… las mismas que otros disfrutan acompañados de su aromático café.

 

 

Por Claudia Andrea Contreras

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